Cosas como “ma me mi mo mu” o “mi mamá me mima”… la verdad es que poco las recuerdo. Según cuenta mi madre la siempre pulcra y majestuosa Gladys Tarazona Peña, yo no tuve muchas dificultades a la hora de aprender a leer, o por lo menos a la hora de entender como sonaban juntas las letras y a leer de corrido… en pocas palabras desde el primer momento aprendí a descifrar el código perfectamente, pero… bueeeeeeno el problema es que a la hora de entender lo que decían las letras juntas… no captaba el mensaje, así que la dicha duró hasta tercero de primaria.
A pesar de que las dificultades eran muchas, la verdad, nunca tuve ningún problema cuando de pasar la materia se trataba, ya que el ser “buena” y linda me ayudaba con las profesoras. Todo funcionó de esa forma hasta que mis papás, bueno mi mamá, papá pocas veces (nunca) decidía sobre algo jeje; decidieron cambiarme de colegio… bueeeeno, sobra decir que como diría Emmanuel: “todo se derrumbó”, y el desespero invadió a mi madre. A medida que las cosas empeoraban y mi verdadero rostro asomaba, resultó que la culpable era yo y nadie más que yo (si claro como si ellos no hubieran estado ausentes jum). La cuestión que ese hecho si lo recuerdo muy bien porque por primera vez supe que era observada al menos por uno de los dos… el que pocas veces (nunca) se manifestaba: mi papá.
Recuerdo que se me acercó y me dijo: sé que no te gusta ir al colegio, sé que detestas estudiar, pero es algo que se debe hacer y no hay salida, así que como sé que te gusta mucho ver televisión, y que estoy seguro que ves un programa que se llama “Escalofríos”, existen los libros en los que se basan los capítulos así que te compré uno. El libro se llamaba “Sonríe y muérete” y daba la casualidad de que ya había visto el capítulo. No lo voy a negar fue la primera vez que entendí lo que decía “algo” y me gustó más que en la televisión y fue justo ahí donde todo comenzó.